lunes, 31 de diciembre de 2007

Cuando la vida cuesta, sólo, un riñón

Isabel, de 52 años, y Maribel, de 30, fueron dos valientes mujeres que se negaron a ver como la vida de un familiar se iba apagando poco a poco por culpa de una enfermedad renal que obligaba a mantenerlos dependientes de una máquina de diálisis. Decidieron donarles un riñón, y ambas coinciden, en que, tras la operación, han conocido a dos personas totalmente nuevas, ahora, con ganas de vivir.
La lacra de la negativa a la donación de órganos, tanto de donante vivo como cadavérico, está menguando. Primero, por el avance en la investigación y la aplicación de nuevas tecnologías, como la cirugía laparoscópica, y por otra parte, y debido a una gran campaña de concienciación, cada vez menos personas dicen «no» a la donación de vida cuando un familiar desgraciadamente la pierde. Hace unas semanas, un caso de intento de donación nos conmocionaba a todos. Rocío, una vecina de la localidad de Camas, menor de edad, pidió al juez permiso para donar parte de su hígado a Noara, su hija de cinco meses. Nos encontramos con un caso de madre coraje, que no es simil a las protagonistas de esta historia.
Laparoscopia, calidad de vida
Desde abril de 2005, el Hospital Virgen del Rocío ha realizado 19 intervenciones laparoscópicas de donanción de un riñón de donante vivo. Este año, de los 61 trasplantes realizados, siete ha sido de donantes vivos.Esta técnica reduce los riesgos que entrañaba la donación de riñón tradicional. Menos centímetros de incisión -en concreto cuatro-, menos infecciones -las heridas son más pequeñas-, disminuye el tiempo de recuperación -en 72 horas el donante se marcha a casa-.
Antes, los valientes que decidían donar un riñón a su familiar se tenían que someter a una lombotomía, es decir, una intervención quirúrgica donde se incidía desde aproximadamente el ombligo hasta la zona lumbar, teniendo que cortar los músculos, «que es lo que realmente impedía que la recuperación fuese más rápida», afirma Eduardo León Dueñas, cirujano de la Unidad de Trasplante Renal del Virgen del Rocío. Ahora, la intervención se limita a una pequeña apertura de cuatro centímetros desde el ombligo hacia la zona pélvica, donde ya no se corta ningún músculo, por lo que, la recuperación de dos meses con la lombotomía se reduce a tres semanas con la laparoscopia. «El avance es importante, el poco daño hace que mucha gente se anime a donar. Además, van mucho mejor el trasplante por donante vivo que los de donante cadáver», asegura León.
El proceso de la donación por laparoscopia es el siguiente: se realiza una primera hendidura de un centímetro por donde se introduce una cámara. Cuando ya han «inspeccionado» la zona realizan otra de cuatro centímetros debajo del ombligo por donde penetran el instrumental y sacarán el riñón. Gracias a que la fisura se produce en el centro de la pared abdominal, no se corta ningún músculo. En un quirófano paralelo espera el receptor del órgano, así, el riñón de un cuerpo a otro, no permanece ni siquiera un minuto en isquemia fría -tiempo que el riñón se mantiene en una nevera antes de ser trasplantado, y que en caso de donante cadáver puede alcanzar las 15 horas-. El receptor, recibe pues el riñón sin que pare su funcionamiento.
El valor de una madre
Antonio, ya con 26 años, ha sufrido desde pequeño una insuficiente renal crónica terminal que lo ataba de por vida al hospital. Sin embargo, al llegar a la edad de 23 años, tras haber pasado por numerosas intervenciones quirúrgicas para intentar mantener con vida el riñón sin entrar en diálisis, su riñón no tuvo más oportunidad que seguir viviendo «encadenado» a la máquina de diálisis. «Si mi hijo sufrió con las operaciones anteriores, lo peor fue cuando entró en diálisis. Es un mundo muy duro que sólo conoce el que ha estado dentro», afirma Isabel, su madre de 52 años. Así hace tres años y medio, Antonio entró en diálisis y pasó a formar parte de la lista de espera para recibir un riñón por donante cadáver. Sin embargo, viendo Isabel que el riñón no llegaba decidió que su hijo no podía seguir así. «Vi que la vida de mi hijo se iba apagando en diálisis, no tenía ganas de nada. Me puse en contacto con el equipo de trasplantes y me informaron de que yo podía salvar la vida de mi hijo dándole un riñón», explica Isabel. Tras tres meses de pruebas el 24 de noviembre pudo «por fin» entregarle un riñón a su hijo. «Es otra persona, ya no me acordaba ver a mi hijo con tanta ilusión por vivir».
Doble historia de amor
Por otro lado, Manoli, a los 15 años, contrajo una enfermedad autoinmune, Lupus, que afecta a huesos y órganos. En uno de los brotes, en el año 2000, le atacó a los riñones. Empezó a recibir un tratamiento alternativo a la diálisis. No obstante, los riñones de Manoli pedían más, por lo que los médicos le recomendaron entrar en diálisis y esperar un trasplante. Primero fue la madre de Manoli la que quiso donarle un riñón, pero no era compatible. Fue su hermana, Maribel, de 30 años, la que le donó un riñón, cuando ya Manoli llevaba un año y cuatro meses en diálisis. «Lo único que queríamos en la familia era que no siguiera sufriendo». Este abril se produjo el milagro. Manoli, de 33 años, ha vuelto a retomar una vida que se vio truncada con 15. «La intervención fue mejor que bien. Y las pruebas tras la operación revelan que estoy mejor que cuando tenía dos riñones», dice su hermana. Y, como dicen que no hay mal que por bien no venga, además de haber recibido vida por parte de su hermana, Manoli encontró el amor de su vida en el hospital, Anselmo hermano de Cipriano, que también recibió un riñón. Comenzaron a conocerse en las consultas, y hoy tras cuatro meses de relación, habla de él como el «hombre más amable y cariñoso del mundo».
Donación en prediálisis
Los nefrólogos del Virgen del Rocío avalan la donación en predialisis. Una fórmula que emplean desde hace años y que mejora la calidad de vida de los pacientes. «Los enfermos que se someten a diálisis tienen una ventaja, que sobreviven gracias a una máquina, pero el deterioro es tremendo. Los huesos y los vasos sanguineos comienzan un retroceso en su función vital», explica el coordinador de trasplantes, José Pérez Bernal.
Lo ideal, según Bernal, es el trasplante por donante vivo en prediálisis. Las intervenciones están totalmente programadas. Por ejemplo, a una persona con insuficiencia renal crónica terminal le comunican que tiene que entrar en diálisis, en ese momento, un familiar o amigo, decide donar el riñón y así evitar el duro paso por la diálisis. Al enfermo «se le prepara», si tenía anemía, se la curan a base de dosis altas de tratamiento, por lo que recibirá el órgano en perfecto estado de salud. Todo esto a diferencia de la donación por cadáver, donde no se puede planear el recibimiento del riñón, por lo que, las complicaciones pueden surgir. «Cuando se dispone de un donante vivo lo ideal es realizar el trasplante lo más pronto posible, y tomando como norma básica que si la diálisis es necesaria, la estancia en la misma sea inferior a los seis meses», asevera Bernal.

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